Lewis Payne ha muerto. Lewis Payne va a morir. El retrato fotográfico, entonces, como ese "aplastamiento del Tiempo", como ese espacio en el que "el Tiempo se encuentra atascado" de tal suerte que lo que ya ha muerto aún tiene que ir a morir. El tiempo del retrato como el retorno, como el lugar de lo espectral, como la mostración de lo muerto en su no-muerte, continuación de lo interrumpido y paso hacia lo inenarrable. Lewis Payne ha muerto. Lewis Payne morirá en la horca a la edad de veintiún años un 7 de julio de 1865 que ya siempre está por llegar.
Alexander Gardner toma esta imagen mientras Payne —¿horas antes? ¿días antes?— esposado espera el momento de su ejecución. "La Fotografía no dice (forzosamente) lo que ya no es, sino tan sólo y sin duda alguna lo que ha sido".
Lewis Payne continúa ahora y siempre en su ir a morir tal vez mañana, como si tampoco en su ser-retrato hubiese futuro para él. Tal vez me cabe pensar que lo advierte, y en su mirada, entonces, puedo permitirme leer la certeza de que cada instante —ese cada instante que es el tiempo atomizado que garantiza la cámara—, cada instante supone la negación de la posibilidad de la muerte de modo que, en su no-tener-futuro, él lo sabe, Lewis Payne se ha salvado.
La condena a muerte también se da en el caso de mi padre, al cual fotografié poco antes de morir de cáncer. Esta fotografía no me supone la negación de la posibilidad de la muerte, porque éste ya no era mi padre, era un ser acabado y sin esperanza ninguna de vivir. El reflejo en el espejo no hace más que resaltar la sensación de angustia y obsesión de lo que se esta convirtiendo. Con el crucifíjo a medias, tambien quise que reflejara, que pese a ser muy ateo, a última hora debió querer agarrarse a todo. La falta de aire en el lado derecho de la imagen, me provoca todavía más angústia, pues a diferencia de la foto de Gardner, aquí no parece haber esperanza. Al igual que Lewis Payne, mi padre a muerto a la edad de 62 años condenado a 20 meses de absurdo sufrimiento.
La condena a muerte también se da en el caso de mi padre, al cual fotografié poco antes de morir de cáncer. Esta fotografía no me supone la negación de la posibilidad de la muerte, porque éste ya no era mi padre, era un ser acabado y sin esperanza ninguna de vivir. El reflejo en el espejo no hace más que resaltar la sensación de angustia y obsesión de lo que se esta convirtiendo. Con el crucifíjo a medias, tambien quise que reflejara, que pese a ser muy ateo, a última hora debió querer agarrarse a todo. La falta de aire en el lado derecho de la imagen, me provoca todavía más angústia, pues a diferencia de la foto de Gardner, aquí no parece haber esperanza. Al igual que Lewis Payne, mi padre a muerto a la edad de 62 años condenado a 20 meses de absurdo sufrimiento.
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